viernes, 27 de septiembre de 2013

Mini-oda a un artefacto umbrelino

(Inspirado en la sombrilla-para-agua de Signorina Singer)

Es la pata circular de una pata
que nada bajo la lluvia
y la detiene con su pata

Es el esqueleto tejido de un árbol
que despliega sus hojas 
y así atrapa al Sol

Es un microuniverso efímero

contiene a dos amantes
intentan perpetuarse en besos

es un suelo que se desliza
es un horizonte que camina
es un cielo que se desplaza

es un cielo que se contrae
es un cielo que se abre


es un suelo de arriba
es un suelo que levita


es un techo que se agita
es un muro que cubre

es un piso que se moja

es un hongo andante
es una nube vacía
es un Sol interrumpido

es un bastón
con él me apoyo 

en las nubes


las reto


alardeo

la Tierra tiene dos cortezas
detengo la segunda
que va hacia el cielo
o la primera
que viene del cielo

viernes, 20 de septiembre de 2013

Marco de una fotografía


El marco de una fotografía atrapa historias, encierra pesadillas, arropa sueños, expone quimeras, exhibe fracasos, engloba coreografías. Es antídoto contra la amnesia y aliado en la perversión de la memoria. Y cuando se fija a la pared, es umbral para internarse en otros mundos.

Tiempo de perros.

Perro que raya no duerme.


Canes hay que para rayar al tiempo matan con oleajes al cemento. Otros duermen.


domingo, 15 de septiembre de 2013

El espejo


El espejo ausente 



 el espejo 



El espejo perturbado




El espejo exaltado
por las humedades que cubren
por las humedades que inundan
por las humedades que brotan
por las humedades que envuelven
por las humedades que (se) coronan










El espejo de los muchos rostros de humedades














El espejo.

jueves, 12 de septiembre de 2013

Escribiste, ¿hace cuántos años?

Escribiste, ¿hace cuántos años?

Sí, ya sé que desde que perdiste la vista y un poco antes tu hermano te hizo firmar  unos documentos (¿cómo? ¿engañándote? ¿presionándote por el amor que le profesas? ¿abusando de tu vulnerabilidad? ¿de las tres formas?). Escribiste tu nombre con temor. pero cegada por la confianza. Y así firmaste. Pero no me refiero a esos escritos. 

Tampoco hablo de escribir listas de precios cuando los sábados llegaban los productos desde México a la papelería. Tampoco a tus escritos en papel fosforescente que anunciaban gangas y ofertas. No hablo de las listas de productos que se necesitaba pedir a los surtidores. No hablo de esos escritos.

Tampoco hablo de tus firmas, las que has hecho en defensa de tu voluntad y la de Julio, tu hermano muerto. Trazaste tu nombre y firma en un intento por revertir el abuso de Guillermo, de quien repites que es tu único hermano vivo., el único que te queda.

Escribiste, sí. Pero te pregunto por otros escritos.

¡Ya recuerdo! Hace cinco años (¿o más?) escribiste una poesía a Arturo. Pero dudo: ¿la escribiste o la memorizaste? No la he leído de tu letra. Me la dijiste para que yo la enviara por correo. El dictado fue vía teléfono. Ya no veías bien.


Escribiste, sí. ¿Hace cuántos años?




jueves, 5 de septiembre de 2013

El bote de tamales.


Un mes de octubre, a mediados, Bulmaro llegó de la capital con un bote de lámina. Era para los tamales de su mujer, la tía Lupe. Se habían casado unos meses antes y era el primer Todos Santos que pasaban juntos.

El bote sirvió para hacer los tamales de ese año y de los siguientes. En un principio nada más los hacía, se enfriaban y se iban derecho al altar de muertos. Permanecían en la ofrenda desde el 31 de octubre hasta el 3 de noviembre, cuando Bulmaro y Lupe la levantaban. Pero conforme llegó la prole, la ofrenda mermaba. Los tamales y las pepitas de los espinosos hervidos con tequesquite eran lo primero en acabarse. Así que la tía Lupe sacaba el bote de tamales, y hacía otros cincuenta o cien más.

Llegaba el cuatro de noviembre y el bote se iba al tapango. Ahí lo dejaban hasta los preparativos del próximo Todos Santos.

Cuando la foto del tío Bulmaro pasó a formar parte de la ofrenda, la tía Lupe hizo los tamales con más ahínco. Se afanaba por hacerlos como a él le gustaban. Hacía de mole verde, de mole rojo, de dulce –con suficiente pintura rosa vegetal-, también hacía dos o tres de puño, con un huevo hervido en su interior. El gusto de ver los tamales en el altar le duraba desde el 31 hasta el mediodía del 2. Entonces sus hijos despachaban la ofrenda.

Los hijos llegaron a mayores y comenzaron a ganar sus centavos. Entonces quitaron la teja, tiraron las paredes de adobe, las hicieron de block y pusieron techo de concreto. El tapango fue cosa de olvido. Las cosas que contenía o se distribuyeron por la casa, o se quedaron en el techo. El bote de los tamales fue enviado atrás de la casa. Ahí servía para guardar cosas durante el año: clavos, macetas rotas, algún zapato viejo, el machete. Así permanecía. Pero llegando mediados de octubre, la tía Lupe lo rescataba, y le devolvía la dignidad de bote tamalero.

Las aguas, el uso y la intemperie hicieron estragos. Un día aparecieron agujeros en el bote. Don Nicolás, el señor que arreglaba cosas de lámina con cautín ya tenía mucho tiempo de tener una veladora prendida en la ofrenda y flores en su tumba. La tía Lupe dejó de hacer tamales en el bote.

Permaneció en el olvido y atrás de la casa por varios años, hasta que una de las nueras lo descubrió. Le dijo a su esposo que bien le serviría como maceta. Ese fue su nuevo uso. Pero se necesitaba mucha tierra para llenarlo y moverlo de lugar era un lío. Así que se convirtió en bote para basura. 

Algunos años, cuando sonaba la campana para llevarse la basura, la nuera de la tía Lupe o sus hijos sacaban arrastrando el bote hasta la calle, donde pasaba el camión de volteo. Con las cubetas el asunto era sencillo: uno de los señores lo aventaba al interior de la caja y el que estaba dentro lo vaciaba. Pero con el bote era distinto, pues era entre dos que debían subirlo y descargarlo. Cuando llegaron las bolsas de plástico y las de polipapel, el bote que trajo el tío Bulmaro a la tía Lupe sirvió para guardar lugar en la calle. 

Y es que la calle que había sido empedrada fue cubierta por los albañiles que mandó el presidente municipal con una reja de varilla y una capa de cemento, piedra y cal. Los coches ya eran muchos y no había dónde aparcarlos. Se ocupaban sillas o rejas de plástico. El bote, encadenado a un poste, apartaba lugar.  

Fue así como un día el bote sirvió para guardar sitio a la carroza que llegó por la caja en la que habían colocado el cuerpo de la tía Lupe. El auto partió con rumbo al cementerio con la procesión de mujeres y hombres de negro atrás, llevando flores y velas encendidas, unas rezando el rosario y otros hablando de qué conocidos ya habían muerto o de los achaques que padecían otros más.


Un día el bote desapareció. Pasó tiempo para que el hijo de la tía Lupe se diera cuenta. Y eso porque cuando llegaron a la casa, después de ir al camposanto a dejar flores, un coche estaba estacionado, ocupando su sitio. El bote no estaba. Se lo llevaron. También la cadena.  

Jano junto a varios Janos

Fue el 3 de enero de 2013.


martes, 3 de septiembre de 2013

De entender la vida.

Si yo estuviera viviendo hace 1500 años (y ya exageré; puede ser un lapso más cercano), ya no estaría viviendo... seguramente ya habría muerto. La duración de la vida humana era menor a los cincuenta años. Así, pues, me pregunto si he vivido más de lo que biológicamente podría entender.

Con esta vejez biológica hay dos frases que he leído/escuchado el día de hoy que me llevan a reflexionar sobre lo que he vivido y lo que de eso he entendido o puedo entender.

La primera frase se atribuye a Monsiváis: “Yo no sé si ya no entiendo lo que pasa, o ya pasó lo que estaba yo entendiendo”.

La segunda frase: “La vida es como un libro de Hegel. Cuando empiezas a entenderla de pronto ya no entiendes nada”.

Va una tercera, de Chevailli (la recordó mi hijo mayor. Es cuando no apagas el switch que encendiste): -No entiendes absolutamente nada de la vida. ¡Nada! 

Pero este “no entender la vida” o “ya no entenderla” me asombra, me causa estupor, me lleva a revisar constantemente mis conceptos, los que me son vitales.