El
jardín central de Huauchinango tiene forma de cuadrilátero. En la
esquina suroccidental podría formarse un ángulo con los portales
Hidalgo y Zaragoza. “Podría” porque ahí convergen o divergen,
según se transite, dos escalinatas.
En
el interior del jardín hay jardineras. No se trata de damas
dedicadas a cuidar jardines sino de construcciones que contienen
plantas. Alrededor de la jardinera del suroeste, por las tardes y
noches en que el clima lo hace apetecible, se congregan hombres y
mujeres jóvenes. Forman pequeños grupos y charlan, o en pareja se
hablan de cerca, se abrazan o besan.
En
la esquina antagónica hay una estatua de Juárez. A sus espaldas
están dos jardineras. La más próxima a la calle contiene un árbol
de macadamia. Cuando la humedad o el frío no lo impiden, bajo el
follaje hay vendedores. Ofrecen helados, dulces o billetes de
lotería. De lunes a viernes, entrada la mañana y antes de que
arribe la tarde vespertina, suelen reunirse hombres, adultos mayores.
Se sientan sobre el cerco de metal o permanecen de pie. Platican,
observan a quienes pasan, a veces los saludan.
Ahí
se apostaba a vender helados don Cuco, lo hacía en ese sitio desde
1982. Un día, tras dar el saludo me dijo en tono casi confidencial:
“Güero, ¿sabe usted cómo le dicen a este árbol?”. Puse cara
de ignorancia. Insistió: “Vea quiénes están aquí”. Don Cuco
concluyó: “Es el Árbol de los pájaros caídos”.
Es curioso. Justo ayer iba en el transporte público, como siempre hacia Huauchinango; situándome en la parte trasera del bus. Como yo permanezco dentro más de una hora de camino, veo como sube y baja la gente. Casualmente fijé mi atención en un asiento, donde todas las personas que se sentaron allí eran mayores de edad, alternándose para ocupar aquel lugar del vehículo, y pensé ¿Cuántos pájaros caídos han pasado por un mismo sitio? ¿Cuántos pasan por generaciones en un pedestal para decaer y que luego alguien los reemplace, como el lugar abajo del árbol de Juárez?
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