El Señor de la Lluvia pasó por aquí.
Fue ayer. Estuvo en mi jardín. Su estancia se prolongó toda la tarde, A veces se retiraba, escondía su presencia. Danzó, cantó. Con pisadas firmes y voz intensa o casi en murmullo y como volando.
Fue ayer. Estuvo en mi jardín. Su estancia se prolongó toda la tarde, A veces se retiraba, escondía su presencia. Danzó, cantó. Con pisadas firmes y voz intensa o casi en murmullo y como volando.
Al llegar la noche -que poco se diferenció de la tarde- deambuló entre las plantas.
Hoy, al amanecer, ya no estaba. Solo sus huellas, sus vestigios.
Cumplió lo que había dicho: Os dejaré un universo con muchos soles, montañas y reflejos.
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