De cuando en cuando la naturaleza ofrece situaciones sorprendentes
por su rareza. Una imagen esperada genera asombro cuando existe la disposición
del sujeto que la percibe y solamente entonces. Lo cercano y familiar, lo que es próximo, parece ser
lo normal, lo cotidiano y por ello casi casi pasa desapercibido -como la basura
en las calles de mi ciudad o los tiraderos de basura en las barrancas que la
rodean-. Estas y otras cavilaciones ocurrieron en las sinapsis de quienes
contemplaron a Lucas una tarde cotidiana de un día normal en un desierto
corriente. Cómo es posible, pareció que se preguntaron todos aquéllos quienes
contemplaron a Lucas sacudir los granos de arena de sus pseudópodos o partes equivalentes. Pero no
pensaron eso del desierto corriente porque en realidad ese desierto era tan común que no era
corriente sino estático. Así es: los asombró que Lucas estuviera ahí. Tras hacer sentir
que podrían haber hecho ese comentario de haber pronunciado palabra, uno podría seguir el foco de visión de esos silenciosos testigos para hallar a Lucas y su marcha. En silencio –conducta sonora que corresponde a
un desierto- vieron la manera en que avanzaba por el largo cuello-cabeza-tronco-cuerpo
de un cactus. Sí, Lucas había atravesado el desierto o había dado vueltas hasta llegar a un cactus y, tras sacudir lo que
podrían haber sido sus sandalias en un lugar que no lo había bien recibido –sábese que el
desierto es inhóspito para quien no pertenece a tal ecosistema-, hacía escala
en un órgano -planta ícono de las cactáceas- adornado a lo largo de su
cuerpo-tallo-cabeza-cuello por manojos de espinas que más bien parecían
incrustaciones amenazantes. La escena era singular, fuera de lo cotidiano o de
lo normal, es decir, tratábase de una imagen no familiar y lejana. Uno puede pensar en
un águila caminando o en un guajolote volando, uno puede imaginar un pez
volador o un ave nadadora. ¿Pero imaginar a un ser abundantemente viscoso y húmedo vagando por un lugar seco y árido en abundancia? Incluso el color de la concha
contrasta de tal modo con la superficie
del cuello-cabeza-tronco-cuerpo del cactus que lo torna –al molusco- presa
visiblemente fácil o fácilmente-visible-y-por-lo-tanto-fácil-presa o presa-fácil-visible...No, la presencia de Lucas en un entorno así atenta contra la tendencia mínima y necesaria a la pervivencia de cualquier especie. Sin
embargo, ahí estaba Lucas. Sí, pese a todos los sin-embargos que pudiese imaginarse, Lucas estaba ahí y así: casi en la cúspide de un cactus en el desierto y,
por si fuera poco, oteando el horizonte dunoso y reseco o las dunas resecas y arenosas del horizonte con
sus cuernos-antenas húmedas y viscosas.
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Lucas llegó a su meta, tal vez tardó mucho, pero lo logró. ¿Qué sigue ahora?
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