Cuando leí
“El dinosaurio” de Monterroso, me quedé estupefacto. Un cuento
en menos de diez palabras. En siete para ser exacto. La tarde en que
vi “Veneno”, el cortometraje de Monserrat Larqué (2001), me
quedé impactado en el sillón. Tiempo después leería a Calvino
proponiendo la brevedad como un reto para la literatura del siglo
XXI. En ese tiempo no existía el twitter: ahora sé de su vocación
económico-sintético-aforística.
¿Pero qué
es diminuto? En los tres ejemplos que he presentado pareciera que
brevedad no está reñida ni es ajena con la intensidad, la fuerza,
la posibilidad de interpretar como lector/espectador. Sin embargo,
diminuto también puede ser el circo de pulgas, la escultura en
mondadientes, los nombres en un grano de arroz, la biblia impresa en
un texto menor que una caja de fósforos...
Otro ejemplo
más diminuto de diminuto.
Esta ocasión
la diminutez corre en doble sentido: la brevedad en duración y la
pequeñez en actores. Trabajadores (y estudiosos) de IBM han
realizado un cortometraje. A diferencia de los cortos, digamos,
tradicionales, lo han realizando animando átomos. Sí, aunque
parezca imposible. Como parte de sus programas de estudio para temas
de almacenamiento de datos tienen los medios para posicionar átomos
a su elección. De esta manera han conseguido el siguiente stop
motion. Para algunos, este corto más que merecer un Óscar se hace
candidato a un Nóbel de Física.
Va, pues:
http://www.youtube.com/watch?v=oSCX78-8-q0
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