La escucho desgranando lenta y con pausas innecesarias su rosario. Tras cada Ave María, en cada Padre Nuestro su voz apagada, que no proviene de su garganta sino de sus entrañas, se asemeja más a un gemido, a un ronco sollozo que se extravía cuando pierde la cuenta y se adentra en sus sueños.
Y cuando ha dicho "ya déjenme morir", me hace pensar si se tiene nostalgia por la muerte o si es ansiedad o anhelo de ella.
Pero si es nostalgia por la muerte, es una nostalgia que está habitada por una oposición múltiple: el sueño contra la
vigilia, la conciencia contra el delirio, la voz contra el mutismo,
la alegría contra la tristeza, la esperanza contra el sinsentido, la memoria contra el olvido.
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