Sintió
sus labios turgentes, húmedos y cálidos.
Después los sufrió
tiesos, secos, fríos, yertos.
Luego los imaginó ausentes y dureza en su
lugar.
Finalmente, cuando una tolvanera envolvió su rostro, supuso
que eran ellos, convertidos en polvo.
Quiso asirlo, tomarlo. Escurrió entre sus dedos.
Dicen que susurró: polvo es, también yo seré.
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