- Tous les matines du monde
He visto, ayer noche, “Todas las mañanas del mundo”. Dejo a un lado los a veces complejos y complicados perfiles psicológicos de los cuatro personajes centrales. No comento mucho sobre la música porque el barroco (¿Corresponde a esa época? Creo que sí) me roba el alma (el entendimiento, o más bien lo condimenta o lo potencia, porque me hace pensar o sentir desde un esquema especial, no es una mezcla, no es una imbricación, es una red tupida y finamente entretejida; en este momento, mientras tecleo, escucho a la Bartolli interpretando a Vivaldi). -Me he contradicho, ya ahondé en lo que suponía iba a ser un comentario breve-. Tampoco hablo en extenso sobre la fotografía. En general muy buena. Me encantaron especialmente aquellas tomas del rostro del músico. Me sacaron un poco de lugar los paisajes mostrados uno en uno, con una cámara fija. Fueron de casas u otras construcciones. Tampoco hablaré de los textos de la traducción, que contienen más de dos errores ortográficos (como tampoco de mi necesidad de escuchar más francés porque muchas partes no pude traducirlas). También guardo mis comentarios sobre Depardieu y la chica con la que se casa. Él generalmente me ha gustado mucho como actor, desde el excelente Cyrano, pasando por una poco conocida que trata de una relación extraña entre dos adulos que renuncian a una mujer pero viven con ella cuando ella decide vivir con un niño como su pareja. Y no comento mucho sobre la hermana mayor que además de agradarme como actriz es para mí muy bella. Lo que quisiera comentar, eso sí, es el tema que se inserta en varias escenas y que intenta explorar una pregunta: ¿qué es el arte? ¿por qué o cómo puede haber arte sin artista o artista sin arte como hay música sin músico o músico sin música?
La música no es ni para Dios, ni para el amor, ni para el alma...
Me trae recuerdo de lo que no viví y de lo que viví. Mi bisabuelo es el primero en ser nombrado en el documental. Julio Hernández, papá de los señores de La Delta. Por cierto, mi tío Julio, el señor regañón, cumple en mayo los 100 de haber nacido (no llegó: murió el tres de marzo).
La otra parte tiene que ver con mis recorridos de jovenzuelo en la sierra. Caminé por varios lugares y otros los recorrí un poco a caballo.
Claro, la relación me parece forzada pero se la agradezco a Buñuel. El film es moralizador, lejos de las pretensiones buñuelescas. Ignoro por qué el lugar y la referencia pero lo agradezco. La reconstrucción del centro la he hecho mentalmente porque tengo muchas fotografías (¿viste la exposición que montamos en 2008?, fue una experiencia estupenda, maravillosa?).
Oiga, dice el DVD que Columba Domínguez era de Sonora.
Pos habría que preguntarle a los Herrera, que parece son sus parientes.
Agrego.
Mi segundo acercamiento con Depardieu fue El conde de Montecristo, en la Casa de Cultura de Puebla con Dantó y luego con 1492. Lo prefiero en esas cintas que en otras.
“Vitus” me pareció una cinta entretenida, divertida. La historia me jala por muchas cosas: las condiciones de vida, las posibilidades de desarrollo, la presión de los papás, la complicidad con el abuelo, la forma de plantear las situaciones. El actor en la segunda etapa me pareció sensacional. La música me gustó. Pero con todo me lleva a pensar en todos los Vitus que no tienen esa herencia cultural, ese ambiente… en fin, que la disfruté.
Ayer noche vi “El escapulario”. Podría parecer una cinta intrascendente, una postal más del cine mexicano de oro. Pero no, hay tomas en que la película rompe con la gramática. Incluso con la gramática de Figueroa, que siendo buena fotografía se redujo a planos en el primer nivel. Incluye una animación (dibujos) que es cursi pero extrañamente rompe con el lenguaje y el ritmo. Y tiene dos o tres tomas -un close up en el rostro de Elizalde y un recorrido por la cara de soldados- que me parecieron muy expresivas. La vi porque en una escena se nota un parecido –precisamente de Elizalde- con mi hermano muerto
Los inútiles me trasportó por varias películas y emociones. Pensé en Mamma, una película italiana contemporánea a la de Fellini que muestra a otro “inútil” pero desde una perspectiva distinta y una situación diferente. También pensé en Los olvidados, de Buñuel. Reconocí actores de otros filmes de él. La condición de la mujer (la chica que gana el concurso, está embarazada, se casa, tiene el bebé, visita al suegro…) guarda similitud, en su condición de trágica resignación por el trato que se le da, similitud por esos saltos que van de la credulidad a la incredulidad y a la fatalidad de un destino irrenunciable y de ahí a los atisbos de emancipación con el personaje de La strada. La música, si no me equivoco, es del mismo autor de El padrino. La parte del coqueteo en el cine es osada, arriesgada desde el juego varonil. El conjunto de escenas del carnaval me resultaron deprimentes; recordé la novela de Durrell El cuarteto de Alejandría.
Gracias, fue una experiencia muy interesante. La vi hasta ayer porque fue cuando dejé (aunque improvisado) mi espacio para cine en el estudio (que ahora es una mezcla de biblioteca, o de varias “teca” y de salón de cantos y juegos).
Obsequié a Víctor Florencio con un disco de música barroca y tres o cuatro piezas de Mozart dedicada a los castrati. Lo he disfrutado enormemente. También regalé a Manuel Alejandro las versiones de Karajan de la 5ta y la 9na de Beethoven. De cada una le gusta el primer movimiento y el cuarto, respectivamente. Busqué la de Karl Böhm, que es un poco más emotiva que la de Karajan, pero no la hallé en las disquerías que visito o consulto. Escuchar ambas sinfonías completas de nuevo (después de varios años), me hizo llorar en algunas partes.
Por cierto, Manuel Alejandro visitó una casa de Neruda e irá el viernes o sábado a los Andes.
Lake tahoe.
Vi la película con dos advertencias. La recomendación de un crítico como una de las mejores películas mexicanas de los últimos años. Y como una de las películas más aburridas que había visto, comentario éste de mi hijo que es un cinéfilo con un gusto refinado sobre cine.
La película presenta una historia que, en algunos momentos, me recordó el texto de Cortázar sobre la autopista. Como una realidad de la que no puedas sustraerte, como algo que puedes evitar y que sin embargo te amarra, como si todas las situaciones fuesen forjando lazos inevitables.
El recurso a las partes en negro, a veces con sonido, genera expectativas. Hay una de estas escenas en negro que tarda más que las otras, está casi al final. Ahí es mayor la espera y la necesidad de saber qué pasará.
En cuanto a los personajes, pareciera que cada uno está en su mundo y que cada mundo es distante de los otros.
La película me gustó, aunque hubo partes en que la ansiedad me recorrió y, en otras, una suerte de pesar. La sensación de abandono en los ancianos y la niña, de vacuidad y mentira en la jovencita. Ritmos de vida distintos, muy distintos, entre cada personaje que, no obstante, compartían una misma historia entretejida de manera burda como sin sentido.
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