Cuando me di cuenta de que la soledad me acompañaba y que podía prolongarse más allá de los cien años; cuando me di cuenta que en mi familia había muchos José Arcadio y Aureliano; cuando esperaba ver salir a mi tía levitando por entre el techo del baño, mostrando su desnudez; desde entonces me pregunto si todos los lugares, aun aquéllos que no queramos ver o recordar, tienen su parte de Macondo.
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