Un regalo para las niñas y los niños.que salieron de la escuela "Por un mundo mejor".
El 4 de julio de este año fui el padrino de generación y di tres regalos: una matatena, la forma en que se los entregué y este cuento (inconcluso, porque ellos van a cooperar con distintos finales).
Ahora sí, va el cuento.
Marco tenía en una televisión muy
grande. Por las tardes veía sus caricaturas favoritas. Pasaban superhéroes que
volaban, aparecían y desaparecían. También los sábados y domingos se acostaba a
ver la tele. Cuando no las veía, jugaba en la computadora que había en casa.
Diana también tenía una
televisión muy grande, tan grande como la de Marco. Cuando no veía las
caricaturas, jugaba a hablar por celular con sus amigas. Ella no tenía
superhéroes pero sí muñecas que cantaban y bailaban. A veces las peinaba.
Marco y Diana iban al jardín de
niños. A los dos los llevaban en coche. Cuando iban rumbo a la escuela veían el
tablero. Los foquitos les recordaban sus personajes. A Diana los espejos de sus
muñecas. A Marco los ojos de sus superhéroes.
Marco y Diana no estaban solos en
su pueblo. Había muchos niños más. Camino a la escuela Marco y Diana pasaban
junto a ello pero no los veían. Aunque había muchos afuera, caminando por la
banqueta, yendo a la escuela. Pero no, Marco y Diana no los veían, parecía que esos
niños no estaban ahí, no existían.
En lugar de ver a los niños que
eran diferentes, los que iban a pie, Marco y Diana imaginaban sus juguetes. Él
veía sus carros de juguete o sus personajes. Ella veía sus muñecas.
Antes de ir a la escuela les
preparaban su desayuno. A Marco le gustaba el yogurth. Cuando lo comía se le
hacían bigotes. Pasaba su lengua por los labios y así quedaba limpio. A Diana le
servían fruta, cereal y leche. A veces lloraba porque no quería de ese cereal
sino de otro. Y a Marco, si el yogurth no era de una marca en especial, no le daban ganas de comer.
Un día la profesora llevó unos
espejos a la escuela. Dio uno a cada niño. Diana pensó que podría peinarse
mirándose en él. Marco imaginó cómo iba a jugar. Haría que la luz caminara en
la pared.
Y así lo hicieron. Diana se veía
al espejo e imaginaba que era una princesa. “¡Soy la más bella!”, decía
orgullosa. Marco hacía caminar la luz por la pared. Cuando se aburría, miraba
su rostro e imaginaba que era un superhéroe. “¡Soy poderoso!”, gritaba.
Su profesora les platicó qué
había pasado con algunos espejos famosos.
Hubo un hombre que descubrió que
podía verse reflejado en el agua. Se veía tan guapo pero tan guapo, le gustó
tanto ver su cara que se fue de cabeza al estanque y se ahogó.
Hubo otro hombre, Perseo, que empleó
un espejo para ver a directamente a Medusa y no convertirse en piedra. Si
alguien miraba a los ojos a Medusa se convertía en piedra.
Les habló de la madrastra de
Blanca Nieves. Ella tenía un espejo. Cada vez que lo sacaba de un cajón grande
de madera, lo ponía frente a su cara y hacía la misma pregunta al espejo:
“¿Quién es la más bonita?”.
También les platicó de Alicia. Alicia
fue una niña que se encontró a un conejo que tenía un gran reloj, a un sombrerero
que no festejaba su cumpleaños sino que festejaba todos los días su no
cumpleaños. Alicia también conoció a un gato que podía convertir un pato en una
papa. Iba cambiando una letra por otra y lo lograba. Por ejemplo, podía pasar de pato a papa. Así: pato, pata, papa. Pero Alicia,
además de visitar el País de las maravillas podía ver qué había detrás de un
espejo.
A Diana y Marco les gustaron
estas historias. Por eso llevaban su espejo a la escuela y, cuando podían, se
miraban en él.
Humberto y Margarita peleaban
mucho. Humberto sacaba la lengua a Margarita y ella le decía menso a Humberto.
Los dos eran compañeros de Marco y Diana.
Un día Humberto y Margarita se picaban las costillas o se jalaban el cabello y luego se
echaban a correr. En una de esas correteadas cada uno chocó con otro niño. Margarita se estrelló con
Marco y Humberto colisionó contra Diana. Como cada uno estaba viéndose en su
espejo, así que se les cayó de las maños y se hizo añicos.
Esa tarde, cuando estaban en sus
casas, cada quien tomó su espejo. Marco ya no vio un Marco sólo sino a varios Marcos, cada uno con
su cara más pequeña. Lo mismo le pasó a Diana: vio muchas Dianas, cada una más
chiquita que la que veía antes. Ah, pero además de que cada uno vio muchas
Dianas y Marcos, se dieron cuenta de que podían hacer como Alicia: mirar del
otro lado del espejo.
Así que cada uno jugó a verse a
sí mismo y a ver qué había atrás del espejo. Primero vieron sus caras y sus juguetes,
luego sus caras y la televisión, sus caras y la computadora, sus caras y lo que
desayunaban o lo que iban a comer. También vieron sus caras y las fotografías de sus
abuelos. Cuando se fueron a la ventana, siguieron viendo sus caras pero atrás
miraron que había otros niños.
¿Qué crees que pasó con Diana y
Marco?
No olvides decirme tu nombre y los
años que tienes.