miércoles, 5 de febrero de 2014

Dos poemas de José Emilio Pacheco

Sombra de la nieve

Nada tiene que ver este jarrón 
En que sollozan las begonias
Con la sombra del ave, alada huella
Que no hace surco en la nieve.

Nada en común sino ser parte del mundo,
Apariencia por un instante
De la fluidez en lucha con la fijeza.

Pero el lenguaje resuelve
La desunión, la discordia.

Y en el verso reúne las tristes flores
Con la sombra fugaz del ave.




Ver la luz 
¿Qué se verá originalmente en el útero? 
Acaso nada resulte claro. 
Somos como otros peces que han nacido del agua, 
Totalidad de su visión. 

Para hablar del nacer 
decimos siempre: 
«Vio la luz» o bien: «abrió los ojos». 
Somos sujeto y objeto 
De esa luz que dibuja la realidad 
Y nos obliga a inventarla. 

Y por ello al final todo se apaga. 
Entre la sombra sólo queda espacio 
Para los cirios funerales: 
última luz que siempre abre camino 
A las tinieblas del origen. 

lunes, 3 de febrero de 2014

Diario

No sé dónde la leí, no lo recuerdo. Se trata de una frase de José Emilio Pacheco. Como muchas de sus frases, en esta revela su riqueza. A decir de él: su única riqueza eran las palabras.

La frase decía que la fotografía, durante la segunda mitad del siglo XX (y supongo que la parte que va del XXI), se ha convertido en un diario personal. Hablo de la libretita que muchos iniciamos y no acabamos, en esa libretita que muchos sí han concluido sin saber que la concluyen (porque la muerte no les ha avisado en qué momento debían escribir el punto final, como a JEP).


Por ello -y solo por ello- me animo a compartir una línea (ni siquiera una página) de mi diario.