jueves, 31 de octubre de 2013

Olor a muerte. ¿Muerte de una tradición?


Cuando una tradición se institucionaliza, ¿sigue siendo tradición?

Día de muertos, un patrimonio de México para la humanidad... ¿y para algunos mexicanos?

Mi alter ego, el que registra mi paso por este mundo, preguntaba a mi ego qué olores posee la muerte. Una vez proferida, dos preguntas hicieron dudar a mi alter ego: ¿la muerte posee algo? ¿se puede poseer el olor o es el olor lo que nos posee? Mi ego desechó las preguntas y se internó en vericuetos olfativos y olfatorios para responder qué olores posee la muerte.

Casi de inmediato me respondí: depende. Sí, depende. Si es muerte por agua, muerte por fuego, muerte por imaginación, muerte por dolor, muerte por gusto, muerte por muerte...

Lo pensé un rato más y me dije: depende también del origen.

Y un poco después alcancé a entender que también el olor depende de sus consecuencias: si la muerte produce dolor, huele a podredumbre; pero si la muerte genera gozo, huele a comida.

Otra pregunta no tardó en producirse: ¿a qué huele la muerte por amor? Debe tener un olor dulzón, fue mi contestación.

Y otra cuestión me asaltó: ¿a qué huele la muerte en México? Depende, me dije. Hay muertes cuyo olor irrita, lastima, hiere por el humo idiota e injusto que las produce. Las muertes que no debían ser así, las muertes a destiempo (antes-de-tiempo). Ese olor/humo hace llorar de tristeza, de desesperanza, de desconsuelo. 

Pero hay otras muertes que en México huelen distinto. Las que huelen a mole, a pipián, a dulce de arroz o de calabaza, a incienso o copal. Finalmente con ellas se adereza la melancolía, y con ellas se da gusto al gusto.


Me pregunto ahora si la institucionalización de esta tradición no será también su muerte. Desprovista de sentido, de manera paulatina corre el riesgo de mutar en ornato, de oler a nada, de quedarse con mucho color pero sin olor. 

jueves, 24 de octubre de 2013

Rayuelazos de Rayuela.



Calzamos en moldes más que usados, aprendemos idiotas cada papel más que sabido.

El absoluto viene a ser ese momento en que algo logra su máxima profundidad, su máximo alcance, su máximo sentido, y deja por completo de ser interesante.


Solamente las ilusiones son capaces de mover a sus fieles y no las verdades.

jueves, 17 de octubre de 2013

Historia de amor


Sintió sus labios turgentes, húmedos y cálidos. 

Después los sufrió tiesos, secos, fríos, yertos. 

Luego los imaginó ausentes y dureza en su lugar. 

Finalmente, cuando una tolvanera envolvió su rostro, supuso que eran ellos, convertidos en polvo.  

Quiso asirlo, tomarlo. Escurrió entre sus dedos.

Dicen que susurró: polvo es, también yo seré.

lunes, 14 de octubre de 2013

De El Quijote, capítulo IX.

Obsequio extractos del capítulo IX de El Quijote, uno de los capítulos de los que habla Borges en su cuento. Lo que antecede a cada uno es una referencia o una pregunta mía.

Del tiempo:
la malignidad del tiempo, devorador y consumidor de todas las cosas

¿Una contradicción?
socorrer doncellas, de aquellas que andaban con sus azotes y palafrenes, y con toda su virginidad a cuestas, de monte en monte y de valle en valle; que, si no era que algún follón, o algún villano de hacha y capellina, o algún descomunal gigante las forzaba, doncella hubo en los pasados tiempos que, al cabo de ochenta años, que en todos no durmió debajo de tejado, y se fue tan entera a la sepultura como la madre que la había parido.

¿Una descripción de mi padre?
yo soy aficionado a leer, aunque sea los papeles rotos de las calles

De la historia.
la historia, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo por venir.



Y un sitio que imagino correspondería a los sueños arábigos 


domingo, 13 de octubre de 2013

Un no-Nobel: de uno de sus textos.

Pierre Menard, autor del Quijote.

El anterior es título de un cuento de Borges. Del texto he entresacado citas, habida cuenta que al hacerlo también he mutilado inmisericorde sus ideas tornándolas -quizás- ininteligibles.

El Error trata de empañar su Memoria.

Es muy fácil recusar mi propia autoridad.

Censurar y alabar son operaciones que nada tienen que ver con la crítica.

La obra inconclusa (forma parte) de las posibilidades del hombre.

Mi empresa no es difícil. Me bastaría ser inmortal para llevarla a cabo.

El recuerdo de algo se simplifica por el olvido y la indiferencia.

La ambigüedad es una riqueza.

No hay ejercicio intelectual que no sea finalmente inútil.

La gloria es una incomprensión; quizá la peor.

Una doctrina es al principio una descripción verosímil del universo; giran los años y es un mero capítulo -cuando no un párrafo o un nombre- de la historia de la filosofía.

Pensar, analizar, inventar no son actos anómalos, son la normal respiración de la inteligencia.


Todo hombre debe ser capaz de todas las ideas.

Una vez más no he ganado el Nobel.

Sí, una vez más no he ganado el Nobel. 

Algo me consuela -igual que cada año, desde que soy conciente de este premio-: no se cortarán más árboles para imprimir mis textos. Pero de inmediato mi consuelo se diluye: se incrementa la lectura en pantalla mientras el libro de papel va rumbo a lo innecesario. Algo más me consuela -igual que cada año, desde que leí a Pacheco en un “Inventario”-: no se ha dado un Nobel por escribir poco. Pero de inmediato mi consuelo se esfuma: Ciorán escribía poco. Mejor dicho, escribía y expresaba en breve grandes ideas. Yo, en cambio, requiero de mucha palabras para expresar certeramente una idea. Algo más podría consolarme: hay mucha, muuucha pero muuuuucha gente que escribe, y de entre ella hay muuuuucha gente que escribe muuuuuuucho mejor que yo. Tantos “muucho” deben hacer mella contra lo poco que escribo y lo medio bien (o medio mal) que lo hago. 

Bueno, ¿y si lo ganara? Tal vez me da el síndrome Sartre y no lo recibo. O tal vez el síndrome Gabo y no voy de frac a la premiación y por eso no me dejan entrar -porque yo no soy el Gabo-. Pero estas ya son fantaseadas. Lo real, lo realista, la realidad, el realismo es que no le he ganado. Ni modo. 

Una vez más no he obtenido el Nobel. Tal vez para la próxima (aunque mi esperanza se agota: mi “tal vez” se reduce cada vez más).

PD. Mientras, a leer a Alice Munro, Nobel de Literatura 2013.

* Escribí este texto un día después de que anunciaron el Nobel de Literatura 2013 pero lo he subido a mi bitácora días después.