martes, 23 de julio de 2013

Mariposa

Mariposa mimética.

Mariposa curiosa.


Mariposa en arrullo.


Mariposa vigía.


Mariposa inquieta.




Inquieta mariposa que ha cambiado el arropo de un capullo orgánico por la sinuosa ondulación de un textil 80% poliéster.

domingo, 16 de junio de 2013

Si tuviera un hijo...



Es común que digamos: “si hubiera…”. Y soltamos esa frase cuando el tiempo simplemente ya se fue. Pero el tiempo fluye y fluye, es decir, todo tiempo se va, inevitable y continuamente. Como la frase resulta imprecisa, sería mejor decir “la oportunidad ya se fue”. Ése es mi caso. He perdido la oportunidad de hacerlo cuando debía. En el momento oportuno, como dicen muchos. Ahora, ¿qué me resta? Jugar con el tiempo, imaginarlo y decir “si tuviera un hijo”.

Además, estoy a destiempo porque estas líneas saldrán en épocas que aún no son las comerciales de felicitar a los papás, y el día de las mamás ya pasó. Por eso, de nuevo, decir “si tuviera un hijo” me coloca fuera de tiempo.

Sin embargo, tengo la imperiosa necesidad de decir que si tuviera un hijo… y después de decirlo imaginar lo que podría hacer en tal caso. Bueno, pero basta, para que el tiempo no fluya más, se vaya, yo pierda la oportunidad y luego tenga que decir “si lo hubiera dicho”, expongo a destiempo lo que haría si tuviera frente a mí un hijo pequeño.

Si tuviera un hijo, lo mandaría a la escuela por una sola razón: para que aprendiera a escribir.

Para que aprendiera que hay mayúsculas, y que éstas sirven a cualquiera para dar comienzo, para iniciar.

 También para que aprendiera a poner comas, porque son las que dan ritmo al mundo.

Para que aprendiera a escribir la ‘o’, porque con ella se crean alternativas y se puede pensar las cosas de un modo diferente, distinto.

Que aprendiera a escribir la ‘y’, porque con ella se puede pensar en hacer algo juntos y en acompañarse.

Para que aprendiera a poner puntos y seguido, porque con ellos se puede enlazar ideas, y cambiar de ideas hablando de lo mismo.

Y que aprendiera los signos de interrogación. Para que los empleara cada mañana, y al amanecer fuera como el niño que pregunta y se pregunta.

También para que aprendiera los signos de admiración y al llegar la noche se durmiera como si fuera un viejo, exclamando: “¡Cuántas cosas me he preguntado hoy, cuántas he aprendido, cuántas experiencias he tenido!”.

Lo enviaría a la escuela para que aprendiera que hay puntos suspensivos, porque cuando se piensa que se ha concluido hay aún tantas cosas por hacer…

Para que aprendiera que están los dos puntos y con ellos enumerara sus esperanzas, sus sueños, emociones y trabajos.

Si tuviera un hijo, lo enviaría a la escuela por una sola razón: para que aprendiera a escribir “no” y “sí”. Para que con ambas pudiera ser libre y expresar “no” a lo que esclaviza y “sí” a lo que emancipa.

También para que aprendiera a usar las comillas, y reconociera que sus ideas se nutren de lo que otros dijeron y que él sólo ha recuperado.

Lo enviaría a la escuela para que aprendiera a pedir razones con un “por qué” y a responder por sus actos con un “porque” y hablar de sus razones con un “porqué”.


Si tuviera un hijo, insisto, buscaría que fuera a la escuela por una sola razón: para que aprendiera a escribir, solo para eso. Para que aprendiera que hay un punto y aparte que marca momentos de la vida. Y para que aprendiera que todo termina, que todo acaba, que hay un punto final. 

viernes, 14 de junio de 2013

Tordos



A veces unos pájaros negros visitan los árboles del jardín. ¿Se dejan ver o posan? ¿se descuidan? 

Tal vez no sea ninguna de las tres opciones. 

Quizá lo que hagan sea asirse al cielo con su pico o intentan sacudir las nubes con sus alas.































miércoles, 15 de mayo de 2013

Carlos Fuentes


Carlos Fuentes dijo en alguna ocasión que la primera responsabilidad de un escritor es con la imaginación y la palabra. La invitación hoy es a imaginarlo porque, en sus palabras, “el que recuerda imagina y el que imagina recuerda”.

Durante su vida, tras haber publicado a los 26 años la obra que lo dio a conocer, Fuentes actuó fiel a esa responsabilidad.

Finalmente, el autor de ensayos, novelas y cuentos y más cuentos murió un 15 de mayo. 

Sí, murió aunque no como Artemio Cruz ni como el Gringo Viejo. Fuentes murió al lado de Aura y llegó a La región más transparente, pero lo hizo sin palabras, con ellas guardadas en el silencio, ocultas en el sigilo. Para ello tenía sus razones: “no tengo nada más que contarles. Pronto no habrá nadie que repita estas ficciones, y todo será verdad”.

A manera de epílogo. 
A un año de su muerte, vale recordarlo por sus escritos, entre ellos el guión de este film: https://www.youtube.com/watch?v=L5h0lt2FcP4

jueves, 2 de mayo de 2013

Cortometraje diminuto




Cuando leí “El dinosaurio” de Monterroso, me quedé estupefacto. Un cuento en menos de diez palabras. En siete para ser exacto. La tarde en que vi “Veneno”, el cortometraje de Monserrat Larqué (2001), me quedé impactado en el sillón. Tiempo después leería a Calvino proponiendo la brevedad como un reto para la literatura del siglo XXI. En ese tiempo no existía el twitter: ahora sé de su vocación económico-sintético-aforística.

¿Pero qué es diminuto? En los tres ejemplos que he presentado pareciera que brevedad no está reñida ni es ajena con la intensidad, la fuerza, la posibilidad de interpretar como lector/espectador. Sin embargo, diminuto también puede ser el circo de pulgas, la escultura en mondadientes, los nombres en un grano de arroz, la biblia impresa en un texto menor que una caja de fósforos...

Otro ejemplo más diminuto de diminuto.

Esta ocasión la diminutez corre en doble sentido: la brevedad en duración y la pequeñez en actores. Trabajadores (y estudiosos) de IBM han realizado un cortometraje. A diferencia de los cortos, digamos, tradicionales, lo han realizando animando átomos. Sí, aunque parezca imposible. Como parte de sus programas de estudio para temas de almacenamiento de datos tienen los medios para posicionar átomos a su elección. De esta manera han conseguido el siguiente stop motion. Para algunos, este corto más que merecer un Óscar se hace candidato a un Nóbel de Física.

Va, pues: http://www.youtube.com/watch?v=oSCX78-8-q0

jueves, 18 de abril de 2013

Destino


Es una realidad. Villoro lo consigna en una novela (El libro salvaje). La concuña de una amiga mía ha propuesto una solución: hacer una reunión familiar para intercambiar y completar. Dado que me topo de cuando en cuando con el problema, la solución me semiagrada. Y digo que me semiagrada porque finalmente son intimidades, portadores de intimidad, de nuestro contacto con el mundo. Pero es un hecho: los calcetines se deshermanan.

No sé porqué se hermanan y deshermanan los calcetines. Esto me lleva a pensar en su padre... y en su madre. Amén de compartir el diseño, tras el uso comparten el olor. De ahí que, aventuro, tengan cierto aire de familia. Antes, claro, comparten la historia de caminos recorridos.

No solo en mi casa sino en muchas otras hay un sitio y un recipiente destinado a los calcetines deshermanados o, mejor, sueltos, o mejor aun, solitarios. Dependiendo de las condiciones económicas, los que han quedado sin pareja y persisten a la visión de sus dueños, en un acto de reingeniería doméstica son empleados para sacudir, para limpiar, para guardar o para seguir usándose en los pies. Un tío abuelo que presume de daltónico, de querer alcanzar la santidad mediante la pobreza (de espíritu), pero que en realidad es un desaliñado, emplea frecuentemente ese contraste que dan los calcetines deshermanados cuando se colocan entre zapato y pie.

Bueno, pero el asunto es que he hallado acomodo, asilo y destino final e idóneo a esas prendas casi andróginas. Arriba de dona Rosa Titipitla, cerca del puente de aguas negras, en una casa que está hecha de cartón y techo de plástico, vive don Refugio. El señor tiene sólo una pierna.